El proyecto, consistente en la reforma interior de una vivienda, centra su actuación principal en la zona de uso común, abarcando el recibidor, la sala de estar-comedor, la cocina y el pasillo distribuidor.

Frente a la distribución inicial de estancias independientes comunicadas por un pasillo de largo recorrido en zigzag, área resultante, sin más criterio, de disponer las estancias adheridas a fachadas, proponemos un único espacio, sin compartimentaciones, donde aglutinar los distintos usos comunes. El espacio resultante, iluminado naturalmente desde las dos fachadas que lo limitan, permite tener un registro del conjunto desde cualquier punto, poniendo en valor el desarrollo de las actividades compartidas, de la vida común en familia, en contraposición al resto de la vivienda, área más íntima de refugio personal donde se ubican los dormitorios.

Vaciada la zona de intervención, nos apoyamos en un pilar intermedio y la columna de instalaciones del edificio para configurar dos cuerpos centrales, elementos estructurales del proyecto, que nos permiten, complementados por el mobiliario de la cocina y la carpintería de madera acristalada, organizar el espacio y controlar las relaciones visuales entre los distintos ámbitos. Junto a éstos disponemos varios elementos móviles. Un par de hojas correderas, una acristalada y otra ciega oculta en uno de los cuerpos centrales permiten, en un momento dado, dividir el espacio, independizando la cocina y protegiendo su visión desde la zona de acceso a la vivienda. Una hoja pivotante, parte del mobiliario de la cocina, limita el paso al resto de la vivienda. Próximo a este punto, se encuentra el baño de uso general, en el que abrimos un hueco acristalado para garantizar la iluminación natural desde la ventana próxima existente en el distribuidor.

Respecto a los acabados, reducimos la variedad cromática a la madera del suelo y al color blanco que empleamos para todo lo demás, con el objetivo de crear un espacio acogedor con el mayor aprovechamiento posible de la luz natural.