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Arquitectura
Colaboradores
Aparejador: Javier Sánchez Fernández
Estructura: ELESDOPA Internacional
Colaboradores: Iuliia Polulikh, Juan Carlos Hodar Egea
Documentos
PEDRO POR SU CASA FINAL.pdf Planimetria.pdf SERRANO + BAQUERO - Pedro por su casa - Memoria.pdfEnlaces relacionados
Serrano + BaqueroLa expresión “como Pedro por su casa” se utiliza para describir a alguien que actúa con total familiaridad y confianza en un lugar, incluso si no le corresponde o no es bienvenido.
El lugar que Pedro escogió para construir su casa no parecía querer ser habitado. La geometría de la parcela, su acusada pendiente y una normativa estricta no daban la bienvenida a ningún morador. La parcela tiene una geometría difícil: un triángulo rectángulo escaleno, con lados muy desiguales —el mayor de 75 metros y el menor de apenas 17—, encajado entre las calles Cerro de las Pipas y la Cortijuela, donde los retranqueos obligatorios de tres metros en todo el perímetro reducían al mínimo la superficie edificable. Por si fuera poco, el desnivel entre las esquinas más alejadas ascendía más de diez metros, y hasta 2015 solo algunos grandes pinos y la vegetación natural ocupaban la ladera.
Pero Pedro, junto a sus perros Enzo y Duna, decidió hacer suyo este lugar.
Para ello, el proyecto propone dos maneras complementarias de habitar, articuladas por una única pieza continua de hormigón que recorre la pendiente y conecta los distintos modos de estar en el paisaje. Pedro ocupa un volumen incrustado en la ladera, al que se accede desde la calle por una pasarela a una cota intermedia, mientras que Enzo y Duna encuentran refugio en una cueva fresca, excavada parcialmente en el terreno y conectada con el paisaje natural. Entre ambos espacios aparece una alberca, que funciona a la vez como plataforma, mirador, lugar de encuentro y de baño, pero sobre todo como un umbral entre el mundo del hombre y el de los perros, entre lo construido y lo salvaje. La ladera, libre de intervención, queda para el uso de los perros: un paisaje a la sombra de los pinos y la casa, de tierra y vegetación espontánea, donde pueden correr, descansar y jugar.
La casa se resuelve como un cubo de ocho metros de lado, dispuesto en el único punto ancho de la parcela, asentado en la zona con mayor pendiente y liberando todo el terreno restante.
Desde ese refugio mínimo, se establece un sistema de relaciones con el entorno. Un gran hueco se abre al este, hacia el valle, recibiendo la luz del amanecer y marcando la salida hacia la plataforma mirador. Otras aperturas más pequeñas vinculan el interior con la vegetación inmediata de la ladera o con la materialidad de un muro preexistente, mientras que el volumen se vacía en su interior para generar una zona superior más íntima, elevada, desde donde Pedro puede trabajar, descansar y mirar hacia el paisaje del atardecer. La casa se ilumina cenitalmente y respira a través de una ventilación cruzada que activa la vida interior incluso en este lado norte del valle.
Pedro ha sabido leer el lugar, entender sus reglas no escritas y convivir con ellas sin interrumpir las que ya estaban en marcha. No ha querido marcar un perímetro, ni vallar la parcela, ni trazar una frontera visible. El terreno permanece abierto, disponible, poroso. Por la ladera siguen bajando las ovejas que pastaban allí mucho antes de que llegara la casa, los perros vecinos visitan a Enzo y a Duna como parte de su rutina diaria, y los vecinos se detienen a charlar con Pedro cuando lo encuentran fuera, sentado al sol o limpiando la alberca. El lugar se ha habitado, sí, pero sin quebrar sus dinámicas previas, sin alterar el ritmo natural de esa pendiente de pinos y genistas. Así, junto a Enzo y Duna, Pedro ha terminado por habitar esta ladera con la naturalidad y la confianza de quien se mueve sin esfuerzo por su propio territorio, como Pedro por su casa.